Agustinos
Homilía

Homilía

Domingo IV de Pascua

(21 de abril de 2024)

 (Hch 4,8-12; 1Jn 3,1-2; Sal 117; Jn 10,11-18)

El evangelio de este cuarto domingo de Pascua está escrito también en clave de Resurrección. Partiendo de una parábola, S. Juan nos dice quién es y cómo actúa Jesucristo. Remontándose al Antiguo Testamento y partiendo además de la cultura del pueblo, Jesús, se presenta como el Buen Pastor (Jn 10,14-15), frente a los asalariados escribas y fariseos, que no servían, pero sí se servían del pueblo. A diferencia del asalariado, dos cosas caracterizan al buen pastor: Conoce a sus ovejas y es conocido por ellas. Este es Jesús. Jesús conoce a sus ovejas. Para S. Juan, el concepto conocimiento tiene un sentido muy profundo, conocer significa entrar en comunión, participar de su misma naturaleza; es decir, Jesús nos hace partícipes de su naturaleza divina. Además del conocernos, Jesucristo vino para que tengamos vida –su misma vida y vida en abundancia (Jn 10,10). Jesús protege y defiende a sus ovejas y está dispuesto a entregar su vida por todos; su amor le llevará hasta morir en la cruz por todos y cada uno. Jesús nos dice que el criterio fundamental para discernir quién es el verdadero pastor y quién es el asaltante es la preocupación por la vida de las ovejas. Pide que no sigan a aquél que se presenta en calidad de pastor, pero no lucha por el bienestar de las personas.

Si toda Palabra de Dios es fuente de riqueza, el evangelio de hoy nos invita hacer una reflexión profunda sobre nuestra vida, nos invita a preguntarnos a quien seguimos y por qué le seguimos. Es cierto que la figura de la oveja hoy no es popular, nadie quiere ser considerado como tal, porque puede significar carencia de personalidad o manipuleo por parte de un tercero. No obstante, si prescindimos del nombre y observamos detenidamente la realidad que vivimos, nos encontramos con una cantidad ingente de individuos sin personalidad propia, que viven a expensas de la moda, de la última noticia o chismorreo, de los líderes digitales llamados influencers, de los que halagan sus gustos o intereses sin más que ofrecer; este tipo de seguidores son simplemente un número para aquellos a quien dicen seguir o escuchar, no son conocidas y mucho menos queridas, amadas por sus “dirigentes”. Las personas “dirigentes” no se interesan por ellas, “porque las ovejas no son suyas”

Las personas influyentes viven, triunfan y se sienten famosas porque sus fans les compran, les aplauden, pero ni las conocen y mucho menos estarían dispuestas a dar su vida por todos y cada uno. A estas personas les interesa simplemente los beneficios que los demás les pueden aportar, no les importan las personas. Tienen conducta de funcionarios, de asalariados, de mercenarios, no son auténticos pastores al estilo de Jesús.

Si queremos llenar nuestra vida, tenemos que poner nuestra mirada en Cristo, dejarnos guiar por él. No podemos ser personas felices si nos guiamos por nuestros gustos o intereses al margen de la voluntad de Dios. La característica principal del buen cristiano es la escucha de la voz del Señor y en la medida que la vayamos escuchando, iremos descubriendo y gustando su voz. Ya en el Antiguo Testamento encontramos como primer mandamiento para el pueblo: Escucha, Israel (Dt 6,4). Quien no escucha la voz del Señor, encontrará como resultados: la corrupción, los intereses propios, la desconfianza. La verdadera riqueza, la verdadera felicidad nos la ofrece Cristo. No hay otro camino, ni otro alimento ni otra puerta que no sea Cristo.

Si hay mucha gente que camina a la deriva, también son muchas, muchísimas las personas que sí escuchan la voz del Buen Pastor, y así las encontramos en los hospitales, en comunidades, parroquias, colegios, en la calle, personas que, al escuchar y alimentarse de Jesucristo, son un reflejo de la vida y valores del mismo Jesús.

¿Es Jesucristo mi Buen Pastor? ¿Estoy atento a su voz, a su Palabra?

Vicente Martín, OSA

.