Sacristía del Monasterio
Es una sala abovedada, de 30 x 9 x 11 metros, situada junto a la Basílica. Su función es la de servir a los sacerdotes de lugar donde revestirse con los ornamentos litúrgicos. También cumple el papel de depósito de dichos ornamentos y de los vasos sagrados que se emplean en las ceremonias religiosas.
En el centro de la cajonería donde se guardan los ornamentos sagrados, se encuentra un hermoso espejo de cristal de roca, regalado a la sacristía del Monasterio por la reina Dña. Mariana de Austria, madre del rey Carlos II. La bóveda de la sacristía está decorada con pinturas de estilo pompeyano realizadas por Nicolás Granello y Fabricio Castello.
Sin perder su función normal, la sacristía fue destinada, en el siglo XVII, a albergar a la Sagrada Forma, por lo que fue enriquecida con la construcción de un hermoso retablo de mármol, jaspe y bronce dorado al fuego, en su testero sur.
Sagrada Forma
Es una forma considerada milagrosa por haber brotado de ella sangre, a consecuencia de los agujeros ocasionados por los clavos de la bota de un pie. Ocurrió en la población holandesa de Gorkum o Gorinchem –bajo los dominios del rey de España–, en junio de 1572, cuando unos seguidores de Zwinglio entraron en la iglesia y profanaron las formas consagradas. De una de ellas, perforada por los clavos de la bota, brotaron unas gotitas de sangre que dejaron un cerco rojizo –que aún hoy puede verse– alrededor de los agujeros.
El profanador recogió la forma milagrosa y la entregó al rector de la iglesia. Ambos huyeron a la ciudad de Malinas, que permanecía fiel a la fe católica, donde se refugiaron en un convento de frailes franciscanos.
Por conducto de la corte imperial, emparentada con la familia real española, la Sagrada Forma le fue entregada, a principios de 1594, a Felipe II, que reunía reliquias de santos para la Basílica. El Rey Prudente mandó depositarla en el relicario de la Anunciación, situado en la cabecera de la nave del evangelio, hasta recabar nuevos informes de autenticidad, que probablemente no llegaron. Aquí permaneció hasta el año 1684, en que fue trasladada por primera vez a la sacristía. Los seis años que se tardó en construir el altar actual, estuvo en el tabernáculo de la capilla mayor de la Basílica.
Altar de la Sagrada Forma
El llamado altar de la Sagrada Forma, dicho con más propiedad retablo, se debe, en su traza y ejecución artística a José del Olmo, y a Francisco Filipini en la decoración de bronce.
Consta de dos cuerpos con un transparente en la parte central, cubierto por el cuadro de Claudio Coello. En total, el retablo mide 9 m. de ancho por 7,50 de alto. En el centro, se sitúa el altar. A ambos lados de éste, hay dos puertas de maderas finas con adornos de concha y bronce dorado al fuego. En el cuerpo alto del retablo, a ambos lados, hay dos medallones de mármol blanco enmarcados en jaspe, que narran (el de la izquierda según se mira al altar) el acto de la profanación de las formas consagradas, de las cuales se resalta una, que tiene tres orificios y de la que brotan unos rayos de luz; y, en el medallón de la derecha, se da cuenta de la toma de hábito del profanador convertido en religioso franciscano.
Sobre los dinteles de las puertas, se forman dos nichos rematados en arco de medio punto, que narran historias relacionadas con la Sagrada Forma. El de la izquierda según se mira al altar, representa una procesión con la Sagrada Forma, que un obispo entrega a Rodolfo II, emperador de Alemania. En el de la derecha, el agustino P. Martín de Guzmán, como mediador de Dña. Margarita de Cardona, entrega la Sagrada Forma a Felipe II.
Cuadro de la Sagrada Forma
Cumple la función de velo del tabernáculo, pudiendo bajarse completamente al piso de abajo, sin necesidad de enrollar el lienzo, por la acción de un sencillo mecanismo de torno. Al mismo tiempo, ha dejado inmortalizado el primer traslado de la Sagrada Forma el 19 de octubre del año 1684, del relicario de la Anunciación a la sacristía. Claudio Coello realizó su obra maestra, que es una de las obras más logradas de la pintura española del siglo XVII.
Es una espléndida galería de retratos; representa de modo magistral el espacio, logrando que el cuadro produzca el efecto de espejo en que se refleja la sala de la sacristía; muestra el sentimiento religioso con sinceridad, y hace gala de fuerza en el color y corrección en el dibujo. La escena del cuadro recoge el momento en que el P. Francisco de los Santos bendice con la Sagrada Forma, situada dentro de la custodia, a los asistentes a la procesión, destacando el rey Carlos II, de rodillas en un reclinatorio, rodeado por detrás de nobles; de frente se encuentra la comunidad de monjes jerónimos, acompañada en el canto con el organillo de plata de Carlos V; en el ángulo inferior izquierdo del cuadro, dejó el pintor su autorretrato, de perfil, sin peluca y con patillas largas.
Camarín de la Sagrada Forma
Es una pequeña capilla de 6,40 x 2,60 m., revestida en su totalidad de jaspes y mármoles de variados colores. Al bajar el cuadro de Coello, queda al descubierto un precioso crucifijo de Tacca, sostenido por dos ángeles, todo ello de bronce dorado al fuego. El templete actual, de estilo gótico, fue diseñado por Vicente López, e iniciado en 1829 por Ignacio Millán, en bronce dorado al fuego, y terminado por Francisco Pecul en 1854.