Solemnidad de San José
(20 de marzo de 2023)
Celebramos hoy la fiesta de san José. Su figura, casi siempre, aparece oculta, sin embargo, reviste una importancia fundamental en la historia de la salvación. Sobre todo, porque al pertenecer a la tribu de Judá, unió a Jesús a la descendencia davídica, de ahí que a Jesús se le puede llamar verdaderamente “hijo de David”. Por otro lado, mediante la misión de san José se cumplen las profecías mesiánicas: nacimiento de Jesús en Belén, su paso por Egipto, donde se refugió la Sagrada Familia; y también el sobrenombre de Nazareno.
Su grandeza, como la de María, resalta aún más porque cumplió su misión de forma humilde y oculta en la casa de Nazaret.
El Papa Francisco ha dedicado varías catequesis a la figura de san José y me gustaría resaltar, muy brevemente, algunos rasgos que nos pueden ayudar a comprender y a valorar su figura.
En primer lugar, resaltar que san José es el hombre que escucha a Dios y acoge su voluntad. Dios, como sabemos, le habla en sueños y le da a conocer sus planes sorprendentes y San José los acepta. Son planes que implican renunciar a sí mismo y conformar su voluntad con la voluntad de Dios y con sus proyectos. Ahora bien, esta confianza en Dios no significa ver todo claro según nuestros criterios, en la vida hay momentos de dudas y de dificultad. Hay noches oscuras… pero es que no hay fe sin riesgo. “Sólo abandonándonos confiadamente a la gracia, dejando de lado los propios planes y comodidades se dice verdaderamente “sí” a Dios. Y cada “sí” da frutos, porque se adhiere a un plan más grande, del que sólo vislumbramos detalles, pero que el Artista divino conoce y lleva adelante, para hacer de cada vida una obra maestra. En este sentido, san José representa un icono ejemplar de la acogida de los proyectos de Dios”.
Otro punto importante en la vida de san José, nos lo recuerda San Mateo al afirmar que José era un hombre justo. Y es que solo quien acepta perderse por Dios puede ser “justo”, es decir, puede conformar su propia voluntad a la de Dios y así realizarse. José en un momento especialmente difícil en su vida se pone a “considerar todas las cosas”. Medita, reflexiona, no se deja dominar por la prisa, no cede a la tentación de tomar decisiones precipitadas, no sigue sus instintos y no vive sin perspectivas. Cultiva todo con paciencia. Sabe que la existencia se construye sólo con la continua adhesión a las grandes opciones (…) Porque la vocación, como la vida, sólo madura por medio de la fidelidad de cada día”.
El Papa resalta un tercer rasgo y es el silencio de San José, que no es mutismo sino silencio lleno de escucha y de interioridad. A nosotros hoy el silencio nos asusta un poco, porque nos pide entrar dentro de nosotros mismos y encontrar la parte más verdadera de nosotros, pero necesitamos más que nunca meditar las cosas en nuestro corazón porque corremos el peligro de perdernos en medio de tanto activismo y tanta dispersión. Silencio y anonimato marcan la existencia de San José.
Al hablar de San José no debe faltar la mención al trabajo en la vida cotidiana de la Sagrada familia. Se nos dice que San José era carpintero. El trabajo nos dignifica y no sólo sirve para conseguir el sustento adecuado: sino que a través de él vamos santificando nuestra vida. “Si María es aquella que dio al mundo el Verbo hecho carne, José es aquel que lo defendió, que lo protegió, que lo alimentó, que lo hizo crecer. En él podremos decir que está el hombre de los tiempos difíciles, el hombre concreto, el hombre que sabe asumir la responsabilidad”.
Por último, significar que san José es el patrón de la Buena Muerte ya que murió en presencia de la Virgen María y de Jesús. Y al recordar esta piedad popular es necesario señalizar que, “la fe cristiana no es una forma de exorcizar el miedo a la muerte, sino que nos ayuda a afrontarla. La verdadera luz que ilumina el misterio de la muerte viene de la resurrección de Cristo”. Ahora bien, san José pueda ayudarnos a vivir el misterio de la muerte de la mejor forma posible. Para un cristiano la buena muerte es una experiencia de la misericordia de Dios, que se hace cercana a nosotros también en ese último momento de nuestra vida”.
En fin, que sólo Dios podía dar a José la fuerza para confiar en el Ángel. Sólo Dios os dará la fuerza para educar a vuestra familia como Él quiere. Pedídselo. El ejemplo de san José es una fuerte invitación para todos nosotros a realizar con fidelidad, sencillez y modestia la tarea que la Providencia nos ha asignado. Pedid vivir una vida sencilla y laboriosa, cultivando con solicitud la vida familiar y cumpliendo con entusiasmo la gran y difícil misión educativa.
Domingo V de Cuaresma (Ciclo A)
(26 de marzo de 2023)
(Ez 37, 12-14; Sal 129,1-8; Rom 8,8-11; Jn 11,1- 44)
Importa no olvidar que nuestro camino cuaresmal se dirige hacia la Pascua de Resurrección. Si los domingos anteriores Jesús se nos ha revelado como el agua necesaria para calmar nuestra sed, luz para iluminar nuestras cegueras, la Palabra de Dios nos muestra hoy a Jesús como Vida y Resurrección nuestra. El largo relato evangélico termina con la resurrección de Lázaro, séptimo signo (milagro) de Jesús en el evangelio de Juan. Importa preguntarnos qué quiere decirnos el evangelista.
El clima de todo el testo es de una gran familiaridad y afecto; todo se vuelve íntimo y personal: el cariño de Jesús por los tres hermanos, el dolor por la muerte de su amigo, el llanto. Lázaro estaba enfermo y sus hermanas Marta y María mandaron llamar a Jesús, como quien llama al médico: Señor, el que tú amas, está enfermo (v.3), pero Jesús retrasó la salida. Cuando las hermanas salen desilusionadas al encuentro de Jesús, le echan en cara su ausencia porque llega tarde: Señor, si hubieras estado aquí… (v.21). Pero Jesús les invita a que vean más allá. Jesús le dice a Marta que Lázaro resucitará. Marta cree en la resurrección, pero era una fe en la resurrección al final de los tiempos. Jesús le pide que crea en él aún más, que lo reconozca como la vida misma. No hay que esperar al final de los tiempos, porque ha llegado Jesús, hay que creer que la Resurrección que ya está presente aquí y ahora en la persona de Jesús y en aquellos que creen en Jesús. Sobre estos la muerte ya no tiene ningún poder, porque Jesús es la resurrección y la vida (v.25). Sin ver la señal concreta de la resurrección de Lázaro, Marta confiesa su fe de altísimo nivel en Jesús: Yo creo que tú eres el Cristo, el hijo de Dios, el que iba a venir al mundo (v. 27).
Cuando Jesús se pone en camino hacia Betania, Lázaro ya ha muerto. Hecho el camino hacia Betania, Jesús pregunta dónde lo han puesto y ordena quitar la piedra. Marta reacciona: Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días (v. 39). De nuevo, Jesús la desafía haciendo referencia a la fe en la resurrección, aquí y ahora: ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? (v. 40). Retiraron la piedra. Ante el sepulcro abierto y ante la incredulidad de las personas, Jesús se dirige al Padre. En su oración, primero pronuncia una acción de gracias: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre (vv.41-42). Jesús conoce al Padre y confía en él. Pero ahora pide una señal a causa de la multitud que le rodea, para que pueda creer que él, Jesús, es el enviado del Padre. Luego grita en alto, grito creador: Lázaro, sal afuera (v.43)
Jesús nos pide que confiemos en el poder de Dios, en la presencia de Dios en nuestra vida. Porque cuando llega Jesús a nuestra vida, a nuestra casa, no cambia la decoración sino los cimientos. Jesús nos trae una vida nueva, totalmente renovada. La voz potente de Jesús es capaz de sacarnos, como a Lázaro, de nuestras oscuridades, de nuestras muertes, de nuestras miserias. Jesús nos reta a que creamos en él, y solo así podremos ver la gloria de Dios. Y Lázaro sale afuera, recupera la vida. Es el triunfo de la vida sobre la muerte, de la fe sobre la incredulidad. Son las palabras que escuchamos todo bautizado para entrar en la vida y alejarnos de la muerte, para liberarnos de tantas ataduras.
Quitad la losa. Jesús nospide que nos despojemos de nuestras falsas creencias, que removamos la piedra que nos impide vivir la vida que Jesús nos trae, que descubramos el signo. Mientras nuestros ojos están en la tumba, los ojos de Jesús están en el Padre. “A nosotros nos toca retirar la piedra. Y Dios resucita la comunidad”.
¿Seguimos con la fe de Marta que Jesús declara insuficiente? ¿Seguimos esperando que Dios nos devuelva la vida biológica, la que apreciamos y deseamos? Jesús no viene a prolongar la vida física, viene a comunicar la vida que él mismo posee y de la que puede disponer.
Vicente Martín, OSA