Agustinos
Homilía

Homilía

Domingo XVI del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

(21 de julio de 2024)

(Jer 23,1-6; Sal 22; Ef 2,13-18; Mc 6,30-34)

Jesús, poco a poco, va formando a los discípulos como continuadores de su obra. Según el evangelista Marcos, el Señor los había enviado a predicar, de dos en dos, en unas condiciones de gran sobriedad, al estilo del mismo Jesús, y con poder para expulsar a los espíritus inmundos (6,7). De vuelta, agotados por el trabajo realizado, pero satisfechos por la experiencia, intentan compartir entre ellos y con Jesús sus vivencias, lo hecho y enseñado (6,30), pero la gente agobia tanto a Jesús y a los discípulos que no les dejan tiempo para disfrutar del momento, ni tiempo para comer (v. 31). No han comido (v. 31), y necesitaban descansar. Jesús, buen pedagogo y conocedor de las necesidades humanas, los ofrece un tiempo para descansar e intentan retirarse a un lugar solitario, diríamos hoy que les ofrece unas merecidas vacaciones, pero cuando llegan al lugar escogido, un gran gentío se los había adelantado y los impiden disfrutar del merecido descanso. Jesús compadecido de todos ellos, rompe el plan previsto, porque siente compasión de aquella gente, porque andaban como ovejas que no tienen pastor (v. 34) y se pone una vez más a enseñarles.

La palabra de Dios hoy nos invita a poner nuestra mirada en Cristo, el buen pastor. El profeta Jeremías se queja de los malos guías y pastores que había tenido que soportar Israel, porque no se habían preocupado de las ovejas como debieran haber hecho, sino que las dispersaron y se aprovecharon de ellas. Frente a estos malos pastores, el Señor se nos presenta como el Buen pastor, el que con palabas del salmo 22: nos conduce hacia fuentes tranquilas y repara nuestras fuerzas, el que nos guía por el sendero justo, el que siempre va con nosotros y nos acompaña, aunque caminemos por cañadas oscuras, y nos alimenta.

La mayoría de personas hoy estamos, bien de vacaciones o a punto de iniciarlas, con la mente puesta más en el descanso que en la reflexión. A la hora de organizar unas buenas vacaciones sí sería bueno que nos preguntemos qué es lo que realmente nos agobia, lo que nos produce estrés, lo que os impide ser felices, a quien seguimos que nos deja vacíos. Frecuentemente se oye comentar que, en tiempos no muy lejanos y con menos cosas, se vivía mejor, que la gente era más feliz. Ciertamente todas las afirmaciones generalizadas se pueden matizar, pero lo cierto es que hay un anhelo de felicidad que no nos lo producen la cantidad de cosas de las que hoy podemos disfrutar y hay también una sensación de vacío que necesitamos rellenar. ¿Qué es lo que necesitamos realmente? ¿No es esta un poco la sensación que nos cuenta S. Marcos? Vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas (v. 34). Se compadeció de ellos. Jesús muestra su preocupación por el bienestar físico y espiritual de la gente -también por cada uno de nosotros-, los enseña y alimenta.

Jesús es para nosotros el verdadero descanso, primero tiene compasión por los apóstoles, que no habían comido (v. 31), y necesitaban comer aún antes de iniciar el descanso, luego atiende a la muchedumbre que lo busca. El tiempo libre de Jesús se convirtió en una oportunidad para curar y enseñar a la multitud. La caridad de Jesucristo no conoce el ensimismamiento, no busca su tiempo ni su comodidad.

Tiempo ideal, para buscar al Señor, como lo buscaba la muchedumbre para exponerle nuestras dudas, nuestros problemas, nuestras necesidades y descansar en el Él. Y como ocurrió con los apóstoles y con Jesús, debemos aceptar la posibilidad de que algo o alguien cambie nuestros planes. Jesús nos marca el camino de nuestro comportamiento. Las vacaciones, el descanso son un tiempo ideal para nuestra renovación personal. Nos corresponde escuchar la voz del Señor: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados (Mt 11,28-30).

Vicente Martín, OSA