Vigilia Pascual (Ciclo C)
(19 de abril de 2025)
Antes que nada, feliz Pascua de Resurrección a todos nuestros lectores.
Lo que predicamos y lo que creemos es que, en esta noche santa, Cristo, con su resurrección, ha vencido a la muerte, también nuestra muerte, y nos ha liberado de nuestro pecado y de nuestra muerte espiritual. Por eso, la noche de la vigilia pascual es una noche expectante y gozosa, transida de esperanza y de agradecimiento. Y llena de símbolos que nos indican el sentido de esta vigilia tan solemne.
Permitidme, en esta noche, una breve catequesis, más que homilía, de los símbolos más significativos de esta vigilia:
El fuego y la luz. La Vigilia comienza con el fuego, y el fuego sabemos que da luz y calor, sin estas dos cualidades no hubiera sido posible la vida que conocemos. La luz en esta noche es el fuego de Cristo que nos gustaría que prendiese en nuestro espíritu para guiarnos a una vida santa que nos lleve a la vida eterna.
La Iglesia representa el misterio de luz de Cristo con el signo del fuego y del cirio pascual, y de este cirio encendemos nuestras velas pidiéndole a Dios que no se apague nunca en nosotros el fuego de su Espíritu. El fuego de Cristo debe purificar nuestro corazón y nuestra conducta, de tal modo que vivamos durante toda nuestra vida animados por su Espíritu vivificador. En Palabras de san Pablo los cristianos hemos de brillar como lumbreras del mundo.
Al portar esta vela encendida pidamos al Señor que no se apague en nosotros la esperanza que ilumina nuestro caminar.
la Palabra. La palabra más que símbolo es una parte esencial de la liturgia de cada domingo, pero en esta noche santa escucharemos más lecturas de las asiduas en las liturgias dominicales. Las lecturas del Antiguo Testamento, son siete, aunque no se leen todas, y nos recuerdan lo que hizo Dios con su pueblo; las del Nuevo Testamento son tres y narran las maravillas que Cristo ha hecho por nosotros, liberándonos de la muerte mediante el bautismo y abriéndonos las puertas de la Vida Eterna, con su resurrección.
La lectura de la Palabra en la Vigilia, con todo el recorrido por la historia de la salvación, nos debe ayudar a recogernos para constatar los dones que Dios nos ha dado y para darle gracias por tanta benevolencia, por tanto amor, y tanta generosidad.
El canto del aleluya. Otro símbolo importante es el canto del aleluya, que aunque siempre expresa un contenido especialmente jubiloso, hoy con más motivo. Probablemente el canto del aleluya, repetido rutinariamente, no encierra hoy para muchos cristianos un contenido especialmente exultante, quizás porque lo desconocemos. De hecho, lo repetimos de manera monótona, sin percatarnos que Aleluya significa “alabad a Yahve” y es el grito entusiasta y agradecido de los creyentes que se invitan unos a otros a alabar a Dios por la vida que se nos regala en el resucitado. Cantemos, pues, con entusiasmo el Aleluya porque Dios sigue siendo bueno con nosotros.
El agua. El agua está llena de simbolismos para bien o para mal. En la Vigilia viene unida a la renovación de nuestro compromiso bautismal. De ahí que renovemos las promesas del bautismo y recordemos con san Pablo que fuimos sepultados con Cristo en la muerte, para que así “como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva”.
En esta noche santa debemos pedirle a nuestro Padre Dios que, por los méritos de su Hijo, haga morir en nosotros al hombre viejo, para que podamos vivir revestidos del hombre nuevo. ¡Que el Espíritu de Cristo en el que fuimos bautizados se haga cada día más vivo y presente dentro de nosotros!
Liturgia eucarística. En la celebración de la Eucaristía hacemos memoria y actualizamos gozosamente la muerte y resurrección del Señor. Lo importante es que la liturgia de la celebración eucarística, en esta noche, no sea sólo expresión externa de nuestro gozo interior, sino, sobre todo, actualización gozosa de la Resurrección de Cristo y de nuestra esperada resurrección.
En fin, que Cristo es la gran Luz de la que proviene toda vida. Él nos hace reconocer la gloria de Dios de un confín al otro de la tierra. Él nos indica la senda. Que todos estos símbolos nos den claridad para darnos cuenta que, viviendo con Él y por Él, podemos vivir en la luz.
Hoy el grito es: “¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí, ha resucitado”. Toda la liturgia nos conduce a ese grito de gozo.
Rafael